¿Necesita mi hijo acudir a un psicólogo?

Algunos niños son demasiado agresivos, otros tienen un bajo rendimiento académico, ciertos niños roban y unos cuantos se orinan en la cama después de los 6 años de edad… Los comportamientos descritos representan síntomas de que algo anda mal  en el niño. Sin embargo, surgen las siguientes preguntas: ¿Cómo descubrir la causa de esta conducta? ¿Conviene  llevar al niño al psicólogo?

 ¿Cómo descubrir la causa del trastorno de conducta?

Cuando un niño roba puede estar rebelándose contra unos padres autoritarios y castigadores. Al sentirse incapaz de enfrentarlos, éste saca inconscientemente su resentimiento y hace algo en contra de lo que es más importante para papá y mamá: violan sus principios morales.
La agresividad infantil, por su parte, es una conducta producto
del maltrato que el niño recibe en el seno del hogar (quien es tratado de manera agresiva, se vuelve agresivo). Igualmente, es importante señalar que los niños y los jóvenes imitan lo que ven, imitan el caos de los adultos y si existe agresividad en el hogar, ellos lo imitarán.
Otro problema frecuente es el relacionado con la escolaridad. Un niño de 6 años tiene que ser autónomo e independiente y, cuando sale del hogar, debe someterse a una disciplina pública, la cual no siempre logra asimilar de forma apropiada.
La falta del tiempo de los  padres para atender a sus hijos,  el ver demasiada televisión por parte de los niños y los errores que algunos padres cometen a la hora de enseñar a sus hijos lo que está bien o no; pueden empeorar aún más los trastornos de conducta.


¿Cuándo debe intervenir un psicólogo?

En la etapa infantil, especialmente después de los 6 años de edad, es fundamental la intervención del psicólogo para encontrar las condiciones y motivaciones que favorecen situaciones que perturban la dinámica familiar y se manifiestan en la conducta de los hijos, obstaculizando su desarrollo.
Merece una consulta psicológica toda situación que perturbe o inhiba el desenvolvimiento de los niños en diferentes aspectos de su vida (familiar, escolar, recreativa) de forma constante y sucesiva.  Es importante tener en cuenta el carácter persistente del trastorno para consultar con el especialista.

Algunos problemas relativamente comunes que precisan tratamiento son:

• Hiperactividad
• Agresividad excesiva (a sí mismo o a terceros)
• Trastornos del sueño (insomnio, pesadillas, sonambulismo, terrores nocturnos)
• Terrores o miedos excesivos ante situaciones que no lo ameritan (temor a cosas,   personas o animales)
• Situaciones repetidas de aislamiento (en casa, en el colegio…)
• Patologías psicosomáticas (asma, psoriasis, alergias)
• Dificultades en la escolaridad (problemas de conducta en el aula, problemas de aprendizaje, déficit de atención)
• Robos y mentiras
• Desobediencia continua
• Exceso de televisión
• Mojar la cama en las noches
• Bloqueo ante situaciones de prueba
• Estrés inmanejable.
• No soporta equivocarse, cometer errores en sus trabajos ni perder en los juegos se enoja, hace berrinches y rompe cosas.
• Se le ve aburrido con mucha frecuencia
• No logra participar en los juegos que tienen reglas ni en los que debe esperar su turno

En el seno del hogar cuando un niño crece en un medio hostil tiene grandes probabilidades de recibir consulta psicológica. Si la madre no desea a su bebé y teme perder lo que tiene por dedicarse a su crianza (oportunidad de estudio, belleza, trabajo estable) le trasmite su rechazo y este se convierte en un pequeño llorón y se muestra intranquilo.

¿Cómo puede ayudar un psicólogo?


Los comportamientos de los niños están dados casi 100% por sus padres y son ellos quienes, de la mano del psicólogo, deben participar activamente en la solución de tales trastornos. En consulta, se convierten en los coterapeutas del especialista.
El juego es una herramienta de trabajo terapéutico que permite identificar el problema que origina el trastorno de conducta en el menor. A través de éste, el niño cuenta lo que sucede a su alrededor y el profesional interpreta dicho juego para actuar y corregir el problema. La idea es que tenga un objetivo clínico específico que, a veces, los padres no logran comprender.
Entre los seis y ocho años el especialista evalúe el desarrollo del menor a nivel motor y del lenguaje así como su evolución social cognitiva y emocional. Entre los ocho y los doce el desarrollo social: conducta como robos, agresión, mentiras o conflictos. Después de los doce suele indagar aspectos relacionados con droga, alcohol y la sexualidad.
Es importante que el niño crezca en un ambiente amoroso y agradable para reducir posible trastornos de conducta que puedan aparecer en cualquier momento.  Por ello, es necesario brindarle cariño y afecto.

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Maternidadypsicología

Fuente: hijosconsalud.com

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